La distancia se apodero de nuestras manos en cuestión de segundos
empapada por las lágrimas que brotaban de tus ojos, de tu corazón,
mientras yo, yo no lloraba, una profunda tristeza ardía en mi interior
a tal nivel que mis lagrimas se evaporaban al nacer y en su lugar
se dibujaba una sonrisa invertida en lo más tenue de mi rostro.
El mundo desapareció por un momento en el camino de nuestras miradas,
sólo éramos el cielo, el amor, la brisa que unía nuestros deseos,
un "quédate a mi lado" que yo gritaba en el silencio, la duda en la risa
que se te escapaba confundida por las palabras que ninguno pronunciaba
y en resumidas, sólo existíamos tú y yo por un momento, sólo tú y yo.
En mis ojos se escribía nuestra historia como en un papel arrugado,
una historia con su final trazado pero tan efímera como la eternidad,
un puñado de letras repetidas que bailaban como narrando un cuento
que se borraba a pocas líneas del comienzo, cronología representada en
minutos para el tiempo, años para el corazón y una vida para mi ser.
"Efímera como la eternidad"
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